He "redescubierto" este mail en la carpeta de borradores del correo; por algún motivo se ha quedado ahí, aunque fue enviado el 25 abril del 2005 (era para Sant Jordi, el 23/04):
Pensaba que uno de los libros estrella de este Sant Jordi sería Brevísima historia del Tiempo, de Stephen Hawking. Sin embargo, ayer, no lo vi en ninguna de las paradas de la Rambla de Barcelona, no escuché a nadie preguntar por él...
Pese a todo, ese título lleva rondándome la cabeza desde hace días. Y es que parece que, en las últimas semanas, algo o alguien parece empeñado en hacerme pensar en lo que --plagiando el título del libro de Hawking-- he resumido en el título de este mail: Una brevísima Historia en el Tiempo.
Buscando un punto de partida, he ido retrocediendo más y más en mis recuerdos. Pero no sé por dónde empezar. Así que me centraré en estas últimas semanas.
Mi madre sigue en el hospital. Ha estado perdiendo peso en los últimos meses debido a lo que ella creía que era una gripe de estómago mal curada. Sin embargo, en el hospital, todavía no saben qué tiene. Se ha consumido, y la ropa se le abolsa alrededor de brazos y piernas. Ella está contenta, ya que la pérdida de peso le ha mitigado los dolores de espalda. Pero se la ve muy poquita cosa, como una niña con el vestido de su madre.
Mi padre, a su lado, se queja de los médicos, del calor que hace en la habitación, del tiempo que tuvieron que pasar en un pasillo, o esperando a que llegara un médico... Pese a la energía con la que lo critica todo, mi padre tampoco se encuentra demasiado bien. Hace poco, justo antes de que ingresaran a mi madre, él estuvo dos días en cama: su corazón le dio un nuevo susto.
Quedé con mi padre en que pasaría por casa, a limpiar un poco y a ocuparme de la perra, que llevaba sola un par de días.
De pronto, allí estaba yo, cogiendo el collar de mi perra, bajando las escaleras al galope tras ella, frenándola para cruzar la calle y verla salir disparada nada más llegar al 'campillo' que hay delante de mi casa. Caminé, sin proponérmelo, hasta 'mi banco'. Y allí sentado veía correr a mi perra entre la alegría y la nostalgia.
Recordé ir al cole --que entonces se llamaba Colegio Público Carrero Blanco-- subiendo por lo que ahora es una escalera y que entonces era una cuesta de barro fangoso cuando llovía. Recordé las tardes que pasé en ese mismo banco con 'los de la clase', al salir del cole (para entonces ya se le había cambiado el nombre por Col·legi Públic Pau Casals). Los 'guateques' con un amigo los fines de semana, con nuestro seven-up y algo de picoteo, mientras charlábamos de todo lo humano y lo divino.
En ese mismo banco, después, recibiría mis primeros besos, las primeras caricias bajo la ropa. Desde ese mismo banco volví a casa con los pies helados y el corazón caliente un sinnúmero de noches de invierno. Desde ese banco miraba la ventana de aquella de quien estuve enamorado. Y desde ese mismo banco, al cabo de un tiempo, me preguntaba cómo la misma persona podía ser capaz de ser tanta traición.
Han desaparecido los sauces que flanqueaban el banco y que me daban sombra en verano. Los árboles que quedan han crecido y desde aquí ya no se ve la ventana a la que entonces miraba.
Me levanto y retomo el camino de tierra que recorre el campillo, al otro lado de la escalera. Por allí, hace años, caminaba con los ojos cerrados y una rama de madera simulando ser ciego. Otras veces doblaba la correa de mi perra y la utilizaba como honda. O lanzaba piedras contra los troncos, haciendo puntería.
Volviendo junto a la carretera, sonrío al ver que 'la piedra' sigue ahí (en realidad es una amalgama de cemento y piedras). En esa 'piedra' leí 'Misericordia', de Perez Galdós, entre otros, y allí me sentaba cuando no podía estar junto a ella pero necesitaba sentirla cerca. A pocos metros de allí, sentado en el coche de quien consideraba uno de mis mejores amigos, viví el final de aquella relación. Irónicamente, también dentro de un coche, en esa misma carretera, di alguno de los primeros pasos de una nueva relación ;)
Junto al campillo, antes había un gran descampado. Mi padre me llevaba en su vespa amarilla a hacer 'trial' por las cuestas cuando volvía del trabajo, al mediodía (mi madre y yo le esperábamos abajo, en la calle). En aquellos descampados, en verano, se hacían las hogueras de San Juan. Y en invierno, como cortaban la carretera por la nieve y el hielo, nos tirábamos con bolsas de plástico y trozos de uralita a modo de trineo.
Ahora, hace años que no nieva y aquellos descampados son casas unifamiliares.
Mis padres se han hecho mayores. Disfrutan jugando con mi sobrino, ejerciendo de abuelos. Lo llevan a un parque junto al Eix Macià, a las 'cadiretes'. Le hacen miles de millones de fotos con la cámara digital que les regalé. Muchas salían desenfocadas, porque mi padre ya no distingue muy bien entre el símbolo de la flor (cerca) y el de las montañas (lejos), así que le puse unas pegatinas con letras grandotas.
Mis padres se han hecho mayores, y ahora soy yo quien les regaña a ellos si no se toman las pastillas, o si no van al médico cuando se encuentran mal.
Al volver del hospital, el otro día, vi que un bosque al que iba antes en bici se ha convertido en un nuevo barrio de Sant Quirze. Lo que antes era verde, ahora es de cemento.
Ahora, en inglés, tengo que leerme The Secret Diary of Adrian Mole, aged 13 and 3/4, de Sue Townsend. Leía ese libro --en castellano-- en ese banco del que hablaba antes, con 'la gente de la clase' de EGB.
Ahora, en el trabajo, mi compañero jeviata me pone 'The Keeper of the Seven Keys', de Halloween, 'Fighting the World' de Manowar o 'The number of the beast' de Iron Maiden... Escucho canciones que no escuchaba desde que tenía quince o dieciséis años y se me pone la piel de gallina.
Así que, cuando Stephen Hawking presenta un libro que se llama 'Brevísima Historia del Tiempo', no pienso sólo en su anterior libro, leído sobre 'la piedra'.
Pienso en todo lo que os he contado arriba y mucho más que no pongo por escrito. Pienso en ésta --la mía-- Brevísima Historia en el Tiempo. Y si Einstein decía que tiempo es lo que miden los relojes, me pregunto qué será lo que midan los recuerdos.
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